Mientras la mayoría de las fuerzas políticas y de la sociedad española apostaban por un consenso social que consolidase el proceso de transición, algunos sectores promovían la violencia para desestabilizar al país y obstaculizar la construcción democrática. Las principales amenazas provenían del involucionismo, del golpismo militar y del terrorismo.
Las fuerzas de extrema derecha nostálgicos del franquismo se movilizaron para impedir la consolidación democrática. Organizaron para ello manifestaciones y grupos violentos: Guerrilleros de Cristo Rey, la Triple A o el Batallón Vasco Español. Los incitaba la prensa ultraderechista (El Alcazar), o intentos de golpe de Estado (Operación Galaxia 1978).
El terrorismo buscaba sus victimas entre las fuerzas armadas, los cuerpos de seguridad y algunas personalidades del franquismo, estimulando aún más las apetencias involucionistas de algunos de estos sectores. El terrorismo de extrema izquierda estuvo vinculado al GRAPO (Grupos Revolucionarios Primero de Octubre) y el FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota), que protagonizaron actos violentos y secuestros. Pero la principal actividad terrorista provenía de ETA con una campaña de atentados que causó 77 muertos en 1979 y 95 en 1980, con especial incidencia entre los militares y fuerzas del orden público. En Cataluña se creó la organización independentista Terra Lliure, que cometió atentados y secuestros hasta su disolución en 1995.
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