Durante el verano y el otoño de 1917, la monarquía de la Restauración vive una de sus más profundas crisis debido a la conjunción de varios factores. Las fuerzas principales que inciden en la crisis constitucional de 1917 son tres: militares, burgueses y obreros, que, aunque no están directamente conectadas entre si, tienen un mismo objetivo: derrocar el Gobierno y reformar la Constitución. Pero el movimiento de 1917, a pesar de su amplitud y resonancia, no consiguió sus objetivos.
Las Juntas Militares
Desde 1916 existe un profundo malestar entre los oficiales de las armas de infantería, caballería y artillería. Las causas del descontento son la percepción como discriminatorios de los rápidos ascensos por méritos de guerra de los militares africanistas, frente a la lentitud en la movilidad de las guarniciones establecidas en la Península, la reducción de la capacidad adquisitiva de sus salarios a causa de la inflación y la petición de más medios y recursos para modernizar el ejército.
Como consecuencia de todo ello toma cuerpo la necesidad de realizar una protesta, que se lleva a efecto, en primer lugar, en Barcelona, con el coronel Benito Márquez como inspirador. Se organiza una Junta de Defensa Militar, y pronto se crean más por toda la Península. Las Juntas redactan un reglamento y empiezan a ser consideradas por parte de la opinión pública y de algunos intelectuales, como Ortega y Gasset, como fuerzas regeneradoras del sistema. La actitud del Gobierno de Romanones es, en principio, condescendiente, pero más tarde ordena al Capitán General de Cataluña, Alfau, la disolución de las Juntas. En la misma línea se mueve el sucesor en el Ejecutivo, García Prieto.
La insistente presión de las Juntas, movilizadas tras el arresto de su fundador, Márquez, fuerza a Alfonso XIII, quien apoyaba las pretensiones de las juntas, a nombrar a Dato presidente de Gobierno. Las Juntas serán reconocidas por el gobierno como el órgano representativo del ejército. El 2 de Junio, emiten un nuevo Manifiesto con un claro contenido político, donde exigían la regeneración de la vida política, arremeten contra la oligarquía dominante, y piden al rey la formación de un gobierno de concentración. El gobierno reacciona suspendiendo las garantías constitucionales y censurando la prensa, pero acepta el reglamento de las Juntas, que se mantienen organizadas hasta 1922.
La crisis parlamentaria
Una segunda fuerza que se manifiesta en el verano de 1917, a iniciativa de Françes Cambó, es la de los parlamentarios, que exigen la reapertura de las Cortes que el presidente Dato ha ordenado cerrar.
El 5 de julio de 1917 se reúne en Barcelona una asamblea que agrupa al conjunto de diputados y senadores catalanes, que reivindican la formación de un gobierno provisional y la apertura de un proceso constituyente que reorganice el Estado sobre una base autonómica. En esta asamblea se hace un llamamiento a todos los diputados españoles para congregarse en Barcelona, si el Gobierno de Dato no rectifica su decisión. El 19 de julio se reúnen en Barcelona sesenta y ocho parlamentarios, entre diputados y senadores, pertenecientes a los sectores catalanista (la LLiga de Cambó), republicano (Lerroux) y socialista (Pablo Iglesias), pero la Asamblea de Parlamentarios apenas puede llevar adelante sus trabajos, ante la respuesta del Gobierno, que la disuelve mediante el empleo de la fuerza, deteniendo a sus participantes el Gobernador de Barcelona, aunque pronto los puso en libertad. El movimiento asambleario no tuvo continuidad y murió sin haber conseguido la reforma constitucional.
La huelga general de 1917
La carestía de la vida, producida por la subida de los precios, es el origen de un amplio movimiento huelguístico que acelera la unidad de acción sindical entre la UGT y la CNT. Ya el 18 de Diciembre de 1916, hubo una huelga general de 24 horas, que alarmó al gobierno. Las centrales sindicales UGT y CNT acordaron firmar un manifiesto conjunto en el que se instaba al gobierno a intervenir para contener los precios bajo la amenaza de convocar una huelga general. El 19 de julio, estalla la huelga de ferroviarios en Valencia. Toda la ciudad terminó uniéndose al paro, ante la violencia de la represión, que terminó con la declaración del estado de sitio. El día 23 terminó la huelga, pero la compañía se negó a readmitir a 36 huelguistas. El gobierno mantuvo una actitud pasiva ante este hecho y los sindicatos deciden convocar una huelga ferroviaria en todo el país, para el 10 de Agosto. La huelga se extiende a Madrid, Barcelona, León, Asturias, desde el 13 de Agosto. El Gobierno declara el estado de guerra, decide sacar el ejército a la calle y se producen choques violentos en Madrid, Barcelona, Zaragoza y Bilbao.
La represión realizada por el Gobierno a través del ejército supone la muerte de más de sesenta obreros y 2000 detenidos. Los dirigentes socialistas Largo Caballero, Anguiano y Sabonit, y el profesor Besteiro son juzgados en septiembre y condenados a pena de muerte, que fue conmutada por la de cadena perpetua. Pocos meses después el gobierno decretó una amnistía y los puso en libertad puesto que habían sido elegidos diputados.
A partir de 1917 y hasta 1923, la crisis se agudizó y dio lugar a una etapa dominada por la violencia social, que podríamos calificar como época del pistolerismo.
Desde 1917 a 1923 los gobiernos de la monarquía tuvieron que enfrentarse a una situación cada vez más crítica. Acabada la I Guerra Mundial tuvo lugar una nueva crisis económica. Muchas empresas cerraron y la situación de los obreros empeoró. La lucha entre sindicatos y empresarios se hizo muy dura y estuvo acompañada de violencias y actos terroristas, huelgas y sangrientas represiones. El propio jefe de Gobierno, Dato, fue víctima de esta violencia, asesinado en 1921. En Andalucía, la situación de miseria del campesinado, reforzada por el aumento de los precios, dio paso al llamado trienio bolchevique (1918-1921).
No hay comentarios:
Publicar un comentario