En los primeros años del siglo Cataluña vivió un importante auge de las movilizaciones obreras, protagonizado por los activos grupos anarquistas. En 1907 se creó Solidaridad Obrera como alternativa a Solidaritat Catalana. En estos años surgió una nueva fuerza, el Partido republicano Radical, dirigido por Alejandro Lerroux que captó a una buena parte de las clases medias y de los trabajadores sobre todo entre los inmigrantes que llegaban a Barcelona y su cinturón industrial. Este partido restó fuerza al movimiento obrero, con un programa demagógico, anticlerical y españolista.
Otros factores de tensión en Barcelona fueron el anticlericalismo, patente en el aumento de los ataques a la iglesia por parte de la prensa y de la opinión pública, y el antimilitarismo, que se había incrementado enormemente desde la aprobación de la Ley de Jurisdicciones. A esta situación explosiva se unión, por último, la posición autoritaria de Maura.
Pero fueron la situación de Marruecos y los errores del gobierno los que provocaron la crisis. En julio de 1909, los miembros de algunas cabilas próximas a Melilla atacaron a los trabajadores españoles de una de las compañías mineras. El gobierno Maura decidió enviar al ejército y aprovechó la ocasión para ensayar el plan de movilización de reservistas. Ordenó la incorporación de estos en Madrid y Barcelona. En ambas ciudades se produjeron fuertes protestas y manifestaciones protagonizadas por mujeres y madres de los alistados.
Días después se produjo el primer choque contra los marroquíes cerca de Melilla. Las primeras noticias del desastre del Barranco del Lobo, que causó más de 1200 bajas, coincidieron con el inicio de una huelga general en Barcelona, el día 26 de julio, convocada por Solidaridad Obrera y respaldada por UGT. El paro fue total, y se declaró el estado de guerra, mientras la huelga se extendía a las ciudades industriales vecinas. Durante tres días se sucedieron asaltos y quemas de conventos, luchas callejeras, incendios y enfrentamientos entre huelguistas y miembros de la policía y el ejército. Barcelona quedó aislada del exterior.
El balance fue de más de un centenar de muertos, numerosos heridos y edificios destruidos. Luego llegaron las detenciones en masa y los juicios. El más grave fue el procesamiento irregular, condena y ejecución del pedagogo y anarquista Francisco Ferrer y Guardia, fundador de la Escuela Moderna (rechazaba la pedagogía tradicional basada en el castigo y el dogmatismo católico; defendía la educación sin coacciones y el racionalismo moral inculcando los valores libertarios de igualdad y solidaridad inspirados en el anarquismo). Hoy parece demostrado que no participó en los hechos. Su ejecución se produjo en medio de una oleada de protestas internacionales. Las consecuencias de la Semana Trágica fueron importantes. Provocó la caída de Maura, muy desprestigiado
El gobierno Canalejas, último intento regeneracionista.
Entre 1910 y 1912 dirigió el gobierno José Canalejas, líder del Partido Liberal. Durante su mandato se suprimieron los consumos; se estableció el servicio militar obligatorio en tiempo de guerra y se restringieron las exenciones de quintas. Las Cortes aprobaron también a “ley del candado”, por la que se prohibía durante dos años la instalación de nuevas comunidades religiosas. Se pretendía negociar en ese plazo un acuerdo con el Vaticano, pero nunca llegaría a ultimarse.
En 1912 Canalejas obtuvo su mayor éxito, cuando el Congreso aprobó la Ley de Mancomunidades (unión de las diputaciones provinciales para la realización de algunos servicios públicos), que permitía un inicio de autogobierno y satisfacía las peticiones catalanistas. Pero el jefe de gobierno no llegó a ver aprobada la ley en el Senado: el 12 de noviembre caía asesinado en Madrid por los disparos de un radical anarquista. Con su muerte, se iniciará una etapa de crisis permanente en los dos partidos del turno.
El impacto de la Primera Guerra Mundial
El estallido de la Primera Guerra Mundial en agosto de 1914, fue seguido de una declaración de neutralidad del gobierno español, que obtuvo un respaldo prácticamente generalizado. Al aislacionismo que había caracterizado la política española desde hacía más de un siglo se unía la conciencia de la propia debilidad diplomática, económica y militar. Importantes fueron las consecuencias económicas. Tras unos meses de recesión, provocada por la salida de capitales y el hundimiento de los negocios, a partir de 1915 se produjo un auténtico boom económico. España se convirtió en suministradora de los países en guerra. Pero también afloraron las consecuencias sociales negativas. La repatriación de emigrantes incrementó el paro y las exportaciones y la escasez dispararon los precios muy por encima de los salarios. La falta de alimentos agravó la situación, agudizando la distancia entre ricos y pobres y provocando una tensión social explosiva.
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