La muerte de Franco
En julio de 1974, Franco fue hospitalizado a causa de una trombo-flebitis, y durante algunos días cedió sus poderes al príncipe Juan Carlos. Se recuperó, pero la inminencia del agotamiento físico del dictador era ya evidente. La tensión política fue aumentando, al par de los atentados: especialmente sangriento fue el de ETA contra la cafetería Rolando de Madrid, en septiembre de aquel año. La oposición iba organizándose y estableciendo contactos, que llegaban incluso a personas vinculadas al régimen y al propio Ejército, algunos de cuyos oficiales formaron la Unión Militar Democrática, desarticulada en la primavera de 1975.
Tras el verano de 1975 los acontecimientos se precipitaron. Varios miembros de ETA y FRAP fueron juzgados y doce de ellos condenados a muerte. En medio de manifestaciones en todas las capitales europeas y de una lluvia de peticiones de clemencia, el 27 de septiembre cinco de los condenados fueron ejecutados. Las protestas internacionales, que incluyeron el asalto de la embajada española en Lisboa y la imagen del primer ministro sueco, Olof Palme, pidiendo dinero en las calles con una hucha para la libertad de los españoles, fueron respondidas por el régimen con la última de las grandes concentraciones en la Plaza de Oriente, el 1 de octubre.
La agitación de aquellos días acabó por agotar a Franco, que cayó enfermo hacia el día 13. Por si fuera poco, en el Sahara español aumentaba la tensión, ante la amenaza de Hassan II de Marruecos de lanzar una invasión popular del territorio español si el gobierno de Madrid no cedía el Sahara al reino marroquí. La llamada Marcha Verde puso al ejército español en estado de máxima tensión, y obligó al príncipe Juan Carlos, de nuevo en funciones de jefe de Estado, a realizar un viaje relámpago al Sahara. Finalmente, el 18 de noviembre, el gobierno capituló: el Acuerdo Tripartito de Madrid significó la entrega del Sáhara español a Marruecos y Mauritania, violando el compromiso y mandato de la ONU, que había encargado a España la tutela del territorio hasta su independencia.
Dos días después, el 20 de noviembre, Franco moría, tras mes y medio de larga y dura enfermedad. Tanto él como sus partidarios estaban convencidos de que todo quedaba "atado y bien atado", y de que el nuevo rey, Juan Carlos I, continuaría aferrado a las líneas políticas del 18 de julio. Los años venideros demostrarían que la dictadura franquista era inviable más allá de la muerte de su fundador.
La crisis económica de los años setenta
A partir de 1973 se inició un cambio en la economía de los países occidentales, provocado por el rápido aumento del precio del petróleo y de las materias primas. La crisis del petróleo puso fin al período de crecimiento y prosperidad anterior e inauguró una época de profunda recesión económica.
En España, esta crisis se inició con un alza continua y generalizada de los precios, con un retroceso del turismo que redujo la entrada de divisas, y con una disminución de las inversiones. Todo ello afectó, sobre todo, al sector industrial y muchas industrias quebraron.
En consecuencia, a partir de 1975, los índices de crecimiento de la economía española se frenaron bruscamente: la inflación llegó hasta el 26% anual y el paro no dejó de aumentar. En esta difícil situación económica, España tuvo que hacer frente a la muerte de Franco y al proceso de transición hacia la democracia
Evolución de las mentalidades.
La sociedad de los años cuarenta y cincuenta se distinguió por una rígida jerarquización en la que predominaban los valores tradicionales y religiosos y la moral católica; la mentalidad que se oponía a estos valores fue reprimida, así como cualquier signo de liberalización y modernización de costumbres. Las armas fundamentales en la conformación de esta moral fueron la educación y la censura, en las que tuvo un papel decisivo la Iglesia.
La educación
En este ámbito se llevó a cabo la depuración de todos los docentes de izquierdas y liberales. Se redujeron las inversiones para la creación de nuevos centros y plazas docentes y se transformó la educación pública en subsidiaria de la enseñanza privada religiosa, que multiplicó su presencia y poder monopolizando especialmente la enseñanza secundaria. Se suprimió la coeducación y se insistió en el papel de la mujer como madre y esposa.
Durante veinticinco años se abandonó el esfuerzo educativo realizado antes de la Guerra Civil, ya que hasta 1964 no se alcanzó el porcentaje de estudiantes de primaria y secundaria de 1935. Hasta la década de 1960 no se recuperó el impulso por crear nuevos institutos y plazas docentes; al mismo tiempo comenzó a disminuir lentamente la influencia de la Iglesia en la educación.
La censura
Esta práctica impidió el debate intelectual y científico libre y dificulto notablemente la creación artística, ya muy dañada por la Guerra Civil y el exilio de tantos pensadores y creadores.
La prensa mayoritaria estaba compuesta por la red periodística del Movimiento, formada por los diarios del régimen, entre los que se encontraban “Arriba” y “Pueblo”, ambos de Madrid, para la información general, y “Marca” como diario de deportes, además de numerosos periódicos de ámbito regional. Se autorizaron, asimismo, otros diarios que compartían la visión tradicional y conservadora de las autoridades. Es el caso de “ABC”, “Ya” y “La Vanguardia”. La Ley de Prensa e Imprenta de 1966 (conocida como ley Fraga) permitió la aparición de publicaciones contestatarias e independientes, como “Cuadernos para el Diálogo”, “Triunfo”, “Madrid” (periódico suprimido en 1971) o la revista satírica “La Codorniz”, aunque los sometería a un rígido control.
Durante el franquismo fue muy llamativa la censura cinematográfica; los censores mutilaban los originales de las películas en su dimensión visual, sometiéndolas a lo que se conoció como “cortes”, es decir, suprimiendo los fotogramas de escenas; y sonora, doblando las conversaciones al castellano y manipulando incluso los argumentos.
La popularidad del cine en las décadas de 1940 y 1950 era tan grande que fue usado como medio de propaganda del régimen para emitir documentales donde se mostraba la versión oficial de España a través del llamado “No-Do”, abreviatura de Noticiarios y Documentales.
Junto al cine se encontraba la radio, un medio de difusión de concursos, seriales y musicales, y el futbol, un espectáculo deportivo amplificado a su vez por la radio mediante transmisiones en directo. Amas constituyeron las actividades de ocio de masas más importantes de los cuarenta y los cincuenta.
El impacto de la expansión económica sobre la mentalidad de los años sesenta y setenta, la apertura al exterior (gracias a la influencia del turismo, que mostraba unas costumbres más liberales), el aumento del nivel de vida y el desarrollo de la incipiente sociedad de consumo fue muy grande. De hecho, estas circunstancias dinamitaron, como se temían muchos líderes del régimen, los valores tradicionales que el franquismo representaba y defendía.
A largo plazo, el cambio de mentalidad producido a partir de la década de 1960 contrastó con ole régimen político y social y sus instituciones, que se convirtieron en obsoletas. Las comodidades características de una sociedad de consumo, prácticamente desconocidas hasta entonces para muchos españoles, comenzaron a formar parte de la vida cotidiana de la población. Entre ellas destacaron la luz eléctrica, el agua corriente, el SEAT 600 o “el seiscientos” (el modelo de utilitario de más éxito en España), los electrodomésticos, el piso en propiedad…
Este nuevo modo de vida fue respaldado por los medios de comunicación social, y, especialmente, por la televisión pública, concebida desde sus primeras emisiones en España (1956) como un monopolio estatal. Este nuevo medio sirvió de portavoz del régimen y tuvo su expansión definitiva en los años setenta, convirtiéndose en el símbolo del ocio por excelencia.
Los cambios sociales permitieron la creación de una nueva clase media conformista, satisfecha y agradecida a Franco por el periodo de paz de que disfrutaba e impulsada tanto por la creciente terciarización de la economía como por las mejoras en la enseñanza pública introducidas en los años sesenta y recogidas después por la Ley General de Educación (LGE, 1970). Esta ley, promovida por el ministro José Luis Villar Palasí, decretaba la escolarización obligatoria hasta los catorce años y el nacimiento del Bachillerato Unificado Polivalente (BUP). Estos cambios, al mismo tiempo, secularizaron y modernizaron las costumbres y respaldaron un activo movimiento de protesta obrero, estudiantil e incluso eclesiástico.
La situación de la mujer
La dictadura franquista supuso para la mujer el retorno al sistema de valores tradicionales machistas y la pérdida de todos los derechos y avances conseguidos durante la segunda República. En el nuevo régimen, la mujer tenía que estar sometida al hombre, y su función principal debía ser la maternidad y el cuidado de los hijos y de la casa.
Desde el punto de vista legal se derogó el divorcio y se prohibió el uso de anticonceptivos. La mujer casad era representada por el marido, a quien debía obedecer y de quien necesitaba permiso escrito para trabajar fuera de la casa. La reconsideración del delito de adulterio, que solo se castigaba si lo cometía la mujer, fue la manifestación extrema del machismo.
Por lo que respecta a la educación, la dictadura prohibió la coeducación e impuso la enseñanza de los trabajos del hogar (cocina, economía doméstica, etc.) para acostumbrar a la mujer, des muy pequeña, a lo que se consideraba su papel clásico de ama de casa. La legislación laboral, por su parte, dificultaba el acceso de las mujeres al mundo del trabajo. Una mujer podía ser despedida si se casaba y tenían un sueldo inferior al de los hombres.
En la década de 1970 se modificaron algunos aspectos de la legislación franquista sobre las mujeres solteras, y también se aceptó de nuevo la coeducación en la escuela pública a raíz de la Ley General de Educación. El número de chicas que estudiaban el bachillerato alcanzó el 45% y las mujeres fueron accediendo paulatinamente a la enseñanza universitaria (en 1972, sólo el 36% de los universitarios españoles eran mujeres)
La cultura
El triunfo del franquismo significó el final del gran momento cultural de la España de los primeros treinta años del siglo XX (generaciones del 98, del 14 y del 27). Franco, como la mayoría de los militares entonces, desconfiaba de los intelectuales, y su régimen se ha calificado como un “páramo cultural”, dominado por la censura. La prensa fue objeto, después de la guerra, de una severa depuración. Los periódicos de signo republicano, izquierdista o nacionalista fueron prohibidos o requisados.
Después de la brillante etapa republicana, la cultura española sufrió un grave retroceso al final de la Guerra Civil. Una parte importante de la intelectualidad española ( sus mejores escritores, científicos, artistas, músicos, etc. ) se encontraban , durante la época franquista, en el exilio, fundamentalmente en Francia y América Latina. Ello era la evidencia de que lo mejor de una generación no podía permanecer en su patria debido a su régimen político. Durante cuarenta años, los más consagrados intelectuales españoles vivieron y realizaron su obra fuera de nuestras fronteras. Entre los intelectuales del exilio tenemos a escritores tan importantes como Rafael Alberti, León Felipe, Pedro Salinas, Juan Ramón Jiménez, Luis Cernuda, Antonio Machado, Max Aub, R.J.Sender, Salvador de Madariaga, etc.; directores de cine como Luis Buñuel; músicos como Rodolfo Halffter o Pau Casal y artistas tan excepcionales como Pablo Picasso.
El franquismo pretendió restablecer la cultura católica y nacional tradicional frente a la importante presencia de la liberal y progresista etapa anterior. Se exaltaban las virtudes militares, el catolicismo y todo lo que fueron estilos clásicos y tradicionales. La victoria en la Guerra Civil fue objeto de encomio, tanto en la literatura como en la pintura, la escultura o la arquitectura (se construyeron monumentos conmemorativos). El pasado imperial se convirtió en la referencia esencial de la historia: los Reyes Católicos, Carlos I, Felipe II, El Escorial, el Siglo de Oro o los místicos. Todo lo que pareciera vanguardia cultura fue rechazado.
La educación, especialmente durante los primeros años, pasó a ser controlada por la Iglesia católica, incluida la universidad, después de que el profesorado liberal o progresista fuese sometido a un proceso de depuración, al igual que ocurrió en el magisterio y en el profesorado de institutos.
Frente a la pobre cultura el franquismo propició la cultura de masas, del entretenimiento y de la evasión. El cine, censurado y orientado a temas populares, épicos o religiosos, se convirtió en la diversión por excelencia. La literatura popular “rosa” o del Oeste proliferó, así como la exaltación de los toros como “fiesta nacional” y del futbol, convertido en el catalizador del nacionalismo español.
La cultura española a partir de los años 50
En el interior del país, poco a poco, especialmente a partir de 1950, se reemprendió una producción literaria muy importante (de claro contenido político y social). Poetas como Dámaso Alonso, Blas de Otero, Leopoldo Panero o Gabriel Celaya realizaron con un profundo lirismo, una critica social e ideológica.
En teatro fue, sobre todo, Antonio Buero Vallejo quién introdujo temas y problemas cercanos al espectador. Pero fue especialmente la novela la que dirigió su atención hacia la vida cotidiana y retrató de forma espléndida los años de la posguerra.
Entre los mejores novelistas cabe destacar a Camilo José Cela o Miguel Delibes, y a otros numerosos autores: Ignacio Aldecoa, Rafael Sánchez Ferlosio, Juan Goytisolo, Juan Benet, Gonzalo Torrente Ballester....
El cine fue uno de los campos donde, a pesar de los escasos medios, surgieron una serie de directores y actores de reconocido prestigio internacional. Directores de cine como Juan Antonio Bardem o Luis G.Berlanga realizaron verdaderas obras de arte (el verdugo, Bienvenido Mr. Marshall ....). Posteriormente, Carlos Saura creó un cine de alta talla intelectual e ideológicamente comprometido, al que siguieron otros directores como Vítor Erice, Gutiérrez Aragón, Basilio Martín Patino, etc.
El arte: pintura, arquitectura y escultura.
Los principales artistas españoles de la época franquista, durante los años cuarenta y cincuenta, también vivieron fuera de nuestro país. Así, en el interior de España se desarrolló un arte formalista, monumental e historicista, muy a gusto de los vencedores de la Guerra Civil. Pero muy pronto nuevas generaciones de artistas, al margen de los circuitos oficiales, empezaron a renovar el panorama artístico.
En arquitectura, sobre todo en los años sesenta, se extendió una nueva corriente basada en la funcionalidad y en el racionalismo. Arquitectos como Oriol Bohigas, Rafael Moneo y Ricardo Bofia representan esta tendencia.
En pintura, personalidades como Antonio Tapies, Antonio Saura, Rafael Canogar o Manolo Millares inician también una renovación de los estilos. Estos pintores trabajan con nuevos materiales (cal, arena, resina...) y rompen con las representaciones figurativas mediante la abstracción.
En escultura destacan, sobre todo, las grandes construcciones en acero de Eduardo Chillida, Javier de Oteiza, o las figuras expresivas de Pablo Serrano.
El régimen, presionado por la realidad, intentó algún atisbo de liberalización, como la Ley de Prensa de 1966, que permitió la aparición de nuevas revistas, diarios y editoriales que podían manifestar una tímida crítica contra el régimen. Después de décadas de silencio, salió a la luz la obra de artistas y autores hasta entonces prohibidos, incluidos los españoles exiliados. En los últimos años de la dictadura, la cultura liberal se había impuesto por completo en España, a pesar de la hostilidad del régimen. El campo de la cultura fue uno de los terrenos donde el franquismo cosechó un mayor fracaso. El retorno de la democracia normalizó la relación entre cultura, política y sociedad.
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