En las últimas décadas del siglo XX, España ha dejado de ser un país exportador de emigrantes para convertirse en un país receptor. De este modo han llegado a España miles de emigrantes en búsqueda de trabajo, la mayoría de ellos provenientes de Latinoamérica, el Magreb o los países del Este de Europa.
Muchas de estas personas tienen que aceptar trabajos precarios y en condiciones de sobreexplotación. El Estado español, como otros europeos, ha intentado frenar este proceso a través de unas leyes de extranjería que regulan la entrada de inmigrantes (con casi cuatro millones en la actualidad han hecho crecer la población española, estancada durante mucho tiempo en torno a los cuarenta millones, llegar a los 45,2 millones actualmente).
Ante la entrada de inmigrantes de diferentes tradiciones culturales y religiosas, han surgido algunos brotes de comportamiento y actitudes xenófobas. Por ello, son muchas las organizaciones cívicas que se preocupan por defender los derechos de los inmigrantes y por favorecer su integración en nuestra sociedad. Cada vez es más evidente la necesidad de avanzar hacia una sociedad multicultural.
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