La imposibilidad para crear en España un estado centralizado, consecuencia directa de la falta de capacidad del estado para homogeneizar las distintas regiones del estado, lo que provocó en aquellas más ricas, el interés por gozar de un estatuto jurídico específico o la independencia.
En esta situación, el estado estaba controlado por una serie de generales, que trataron de imponer un estado centralista, según el modelo francés, uniformista y que por tanto, daba por supuesta la unidad nacional. Sin embargo, nada hicieron a la vez para uniformar el país, ya que no invirtieron en la modernización de la sociedad y de la comunicación, que hiciera posible ese sistema.
Este fue un caldo de cultivo excelente, para movimientos regionalistas y nacionalistas, inicialmente basados en la lengua y el racismo y que irán poco a poco moderándose, para ir abriendo la base social y pidiendo finalmente la autonomía dentro del estado español. Los movimientos más importantes serán el catalán y el vasco, aunque encontraremos otros como el galleo o el andaluz.
El origen de estos movimientos se debió a distintos factores, que varían en función de las características histórico-culturales, sociales y económicas de las regiones donde aparecieron. Pero, a pesar de estas diferencias, todos defendían el particularismo lingüístico, cultural, institucional e histórico frente a las tendencias uniformadoras y centralistas del Estado liberal, que, además, fue incapaz de organizar un nacionalismo español, identificado con el tradicionalismo católico.
La ineficacia del sistema de la Restauración para resolver los problemas de España permitió a los partidos nacionalistas presentarse como los únicos capaces de regenerar el país e impulsar un desarrollo económico y cultural.
Regionalismo y nacionalismo. El regionalismo es un movimiento que reivindica el reconocimiento de la identidad diferencial de una región, ya se cultural, económica, administrativa o política. Es decir, propugna en Estado descentralizado y, en algunos casos el federalismo. Cuando este movimiento acentúa su dimensión política y reivindica altas cotas de autogobierno, basándose en el principio de las nacionalidades (a cada nación un Estado), se define como nacionalismo. Este término se extendió a finales del siglo XIX, cuando los nacionalistas incidieron en el sistema político a través de partidos bien estructurados.
Cataluña.
Ya desde los años treinta, en el contexto del Romanticismo, se había iniciado en Cataluña el movimiento literario y cultural conocido como Renaixença, cuyo nombre denotaba por sí mismo el espíritu de recuperación de la lengua y cultura catalanas que lo animaban.
En esta región, ira surgiendo un tímido regionalismo, que durante la Restauración va a irse haciendo cada vez más radical, llegando a ser prenacionalista, sobre todo, con la caída de la República y por tanto de las ideas federalistas de Pi y Margall. Estos movimientos llegaron incluso al racismo, aunque su aparición es anecdótica, ya que casi al mismo tiempo desapareció; su máximo exponente fue Valentín Almirall.
Finalmente durante la República y la restauración borbónica, el federalismo primó por encima del republicanismo y los fueros históricos sobre el carlismo, para confluir en un catalanismo político. Este contaba con guías como Lo catalanisme, publicado por Valentí Almirall en 1886 y de La tradició catalana, obra del futuro obispo Torras y Bagés, en el lado tradicional. Síntesis de ambas sería Compendi de la doctrina nacionalista, de Enric Prat de la Riba, como forma catalana del regeneracionismo de fin de siglo.
Almirall, centraría el fin catalanista en el federalismo, defendiendo en su guía, las tradiciones y provincias catalanas, como forma de superar el unitarismo liberal. Todo ello, en un planteamiento autonomista, defendiendo que la unidad de los pueblos dentro del estado no debía ser impuesta a la fuerza desde el centro, consecuencia del desarrollo industrial y comercial, en el que por tanto las clases dirigentes la conformaran la burguesía urbana e industrial, que transformase el estado a su imagen y semejanza.
En 1882, Almirall fundó el Diarí Catalá, para la clarificación ideológica, la libertad de acción y la unidad de los grupos nacionalistas, y el Centre Catalá, como entidad patriótica suprapartidista, que uniera a la burguesía federal y conservadora, encargado de agrupar a los catalanes dispuestos a colaborar en el engrandecimiento de su país.
En 1885 los componentes del Centre Catalá entregan a Alfonso XII el llamado “memorial de greuges”, que recoge una memoria de los intereses morales y materiales de Cataluña, denuncia la opresión a que se ha visto sometida y pide la armonización de los intereses y aspiraciones de las regiones.
La burguesía conservadora fundará en 1887, la Lliga de Catalunya, que, con motivo de los Juegos Florales de la exposición universal de Barcelona, plantearon a la regente María Cristina un programa regionalista, con respeto a la corona.
En 1891 Centre y la Lliga se unieron gracias a Prat de la Riba, creando la Unió Catalanista, en que se integran grupos e instituciones dispuestas a trabajar por la propaganda de las ideas regionalistas. En 1892 una Asamblea de la Unió establece la Bases de Manresa (Basses per la construcción regional catalana), que defienden la organización confederal de España y la soberanía catalana en política interior. Pretenden la creación de unas Cortes catalanas, el uso del idioma catalán como lengua oficial y que los cargos políticos fueran ocupados por catalanes.
El País Vasco.
Los padres del nacionalismo vasco vinieron de la mano del carlismo, en la defensa de los fueros y tuvo un camino contrario al catalán, ya que desde luego no apareció de una burguesía supuestamente moderna.
La derogación de los fueros en 1876, llevó a la aparición de dos posturas, una buscaba los mejores conciertos económicos posibles en provecho propio y aquellos que buscaron la recuperación íntegra de los fueros. Estos últimos, no eran otros que los perdedores de la guerra carlista, que se aferraban a un País Vasco agrario, contrario al fenómeno urbano y su industria para quienes la defensa de los fueros totales equivalía a defender la esencia de lo vasco, de forma que la ley abolitoria se convirtió en el agravio por antonomasia por parte del gobierno central.
En paralelo historiadores e ideólogos afines, crearon un pasado idealizado basado en los fueros y en la vida tradicional, que se enfrentaba con la industria y con ella a la masiva llegada de “maketos”.
El nacionalismo vasco, nació de la mano de Sabino Arana, quién conjugó todos estos pensamientos en una ideología propia, que tuvo en sus primeros momentos una base en la raza y la lengua vasca. Esto llevó a Sabino Arana a pasar de una base en Vizcaya a otra en Guipuzcoa, de la independencia a la autonomía, hasta poner las bases del nacionalismo vasco actual. Arana lleva a cabo una formulación tradicional basada en la afirmación de la raza, la defensa de las costumbres de la sociedad patriarcal, el catolicismo y antiespañolismo, y la proclamación de la independencia de Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y Navarra.
En 1893 Arana plantea una reunión de los nacionalistas para presentar un proyecto común y la creación de asociaciones, de las que surge el Bzkai Buru Batzar, que será el embrión para que en 1895 se funde el Partido Nacionalista Vasco, PNV, con una solemne declaración de Sabino Arana de carácter antiespañol y tradicionalista. Fue este un partido marginal durante muchos años, hasta que amplió su base a la burguesía moderna e industrial, lo que generó una tensión importante entre independentistas y autonomistas, siendo estos últimos los vencedores al contar con el apoyo de esta burguesía moderna e industrial.
Finalmente las corrientes conjugaron sus posturas en una estrategia de presión a Madrid, para conseguir sus objetivos.
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Los nacionalismos gallego y andaluz.
El nacionalismo gallego fracasó en su intento de construir una fuerza política galleguista homogénea, pero, por otra, edificó una ideología diferencialista que, superando los niveles políticos regionalistas, teorizó con radicalidad sobre la naturaleza nacional de Galicia: territorio, raza, lengua, historia y conciencia nacional, de forma que los planteamientos de sus principales ideólogos Manuel Murguía. Alfredo Brañas o Aureliano Pereira serán recogidos sin alteraciones sustanciales por los pensadores nacionalistas del siglo XX.
A favor del gallegismo, se encontraba la marginación endémica de la zona frente al estado español, que llevó a la aparición de los mitos, que atribuían a los celtas el origen de la raza gallega, al mezclarse en el siglo V con los Suevos. Son en sí arrios.
La formulación del gallegismo será temprana y ya en 1840 hablan de las diferencias de Galicia, llegando a darse un pronunciamiento en 1846, para impulsar el territorio.
Manuel Murgía, que con su mujer Rosalía de Catro son base del gallegismo, termina en 1883 Historia de Galicia, donde se señalaba que la historia convertiría a Galicia en nación. Será continuado por Alfredo Brañas con un planteamiento ultraconservador.
Finalmente se irá desinflando hasta que entre 1914-1918, lo que domine será el regionalismo.
El regionalismo andaluz comenzó a caminar a partir de los movimientos cantonalistas de 1873. Para Blas Infante esta fecha fue fundamenta para la formación de la conciencia andaluza en el marco de una República Federal. El primer acto andalucista clave fue en Antequera en 1883 (décimo aniversario de la República); donde se proclamó la Constitución Federalista Andaluza y se solicitó expresamente una "Andalucía soberana y autónoma''. Sin embargo, no se alcanzó la consolidación de un partido andalucista burgués, posiblemente por la vinculación de la propia burguesía andaluza con el poder central o por la derivación de movimiento obrero andaluz hacia el anarquismo contrario a todo pacto con la burguesía. Sólo en 1931 se presenta una candidatura por Sevilla, que encabeza Ramón Franco (gallego, hermano del futuro dictador).
Defendía la opresión por parte de Castilla y la existencia de una raza europeoafricana.
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