La Regencia de Espartero (1840 - 1843)


Espartero se convirtió en el nuevo regente, inaugurando así  la tendencia de los militares a dirigir la política liberal. Durante casi tres años gobernó con el apoyo de los progresistas y de otros jefes militares, adoptando entre otras medidas importantes la conclusión de la desamortización aplicada al clero secular. Pero su política autoritaria y tendente a reprimir las protestas tanto de moderados como de progresistas radicales, hizo que su popularidad inicial fuera disminuyendo poco a poco, y le fue ganando opositores principalmente entre los militares que van a intentar un pronunciamiento de carácter moderado que va  a ser sofocado, y entre los foralistas, ya que Espartero suprimirá los fueros navarros y vascos.

En 1842 estalló una insurrección en Barcelona, ante los rumores que Espartero estaba negociando con Inglaterra un tratado de libre comercio, que hubiera afectado a la industria textil catalana. La insurrección la van a protagonizar los obreros descontentos por la supresión de las asociaciones y los arrendamientos protegidos. La durísima represión, con el bombardeo de la ciudad, hundió definitivamente el prestigio del general.

En 1843 tras unas nuevas elecciones, que dejaron a Espartero sin apoyos, se formó una auténtica coalición antiesparterista. Este encargó formar Gobierno al progresista Joaquín María López, pero el programa de éste limitando los poderes del regente y el rechazo de Espartero le llevaron a dimitir. La insurrección se generalizó en verano de 1843, los progresistas se sublevaron ante la tiranía del general y triunfó gracias al apoyo de los moderados; el ejército dirigido por Narváez se pasó a los insurrectos y el 12 de agosto Espartero partía al exilio en Londres.

Ante la falta de alternativas, los diputados y senadores votaron el adelantamiento de la mayoría de edad de Isabel II que fue proclamada reina en noviembre de 1843, cuando todavía ni había cumplido los 13 años de edad. Los moderados, regresados del exilio, tomaron posiciones en la corte y Narváez se convertía en el hombre fuerte del momento. Una nueva insurrección en Barcelona era duramente reprimida por un entonces joven general Prim.

Tras la dimisión de López en noviembre le sucedió el progresista Salustiano Olózaga, que fue desalojado del poder gracias a un verdadero golpe palaciego de los moderados, terminando así el gobierno progresista. Desde diciembre de 1843 el nuevo jefe de Gobierno, González Bravo, emprendió una política claramente regresiva. Ordenó la disolución de las Milicias, aumentó el tamaño del ejército hasta los 100.000 hombres y restableció la Ley Municipal de 1840. Se dieron órdenes de detención contra los principales líderes progresistas y se cerraron sus clubes y periódicos. Además el Ejército aplastó dos sublevaciones militares en Cartagena y Alicante, con el resultado de más de 200 fusilamientos. El 1 de mayo de 1844 la Reina nombró presidente de Gobierno al general Narváez, líder ya indiscutible del partido moderado.

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