El gobierno de Carlos
III (1759-1788), responde al Despotismo ilustrado, el cual, sobre las bases del
absolutismo, va a tratar de generar el más adecuado progreso del reino, bien
resumido por el axioma “todo por el pueblo, pero sin el pueblo”.
Sin duda estas
políticas, tienen su origen ya en el reinado anterior de Fernando VI, aunque no
le dio tiempo a ponerlas en práctica. Carlos sin embargo, llevaba 25 años
aplicándolas en Nápoles y por tanto, su llegada a la península no supuso más
que un desplazamiento de la misma. Por ello, no fue extraño, que al frente del
gobierno pusiera a un napolitano de su confianza, el marqués de Esquilache y
junto a él, miembros de la baja nobleza como Campomanes o el futuro conde de
Floridablanca.
Los primeros años de gobierno
El gobierno se
aprestó a atacar los males del reino, arremetiendo en sus informes contra la
acumulación de tierras en manos muertas, los privilegios fiscales de la nobleza
y la iglesia y las trabas al desarrollo del comercio. Sus primeras actuaciones
se refirieron a la recuperación de
señoríos para la corona y estudiar de nuevo la introducción de un impuesto
único.
Su primera medida,
fue la de decretar en 1765 la libertad del precio del trigo. Por desgracia la
crisis en la producción del trigo y la acción de los especuladores, produjeron
el efecto contrario al deseado, disparándose los precios ante su escasez. La
situación fue aprovechada por los opositores al nuevo gobierno, que usaron
también la oposición que generaron sus medidas para sanear la capital y luchar
contra la delincuencia. Finalmente en 1766 estalló en Madrid el denominado
motín de Esquilache que tuvo sus inicios en la prohibición de llevar capa larga
y sombrero de ala ancha, con intención de permitir reconocer a los ladrones e
impedir que se embozaran. El motín se extendió a pueblos y ciudades del reino.
Duró tres días y tenía su base en la escasez, de tal manera que según se superó
los motines fueron diluyéndose.
El Motín se llevó por
delante el cargo de Esquilache, sustituido por el conde de Aranda y se usó
además para justificar la expulsión de los jesuitas, verdadera quinta columna
del papado, en 1767. La expulsión respondía a la política regalista del rey,
que de forma más amplia pretendió no dejarse atar las manos por el papado.
El giro conservador.
Desde la destitución
de Esquilache el gobierno fue entregado a gente cada vez más moderada en las
reformas, con idea de evitar la pérdida de apoyo de la nobleza y el clero. Esto
supuso un primer gobierno del conde de Aranda de tendencia moderada y
posteriormente otro de Floridablanca, que apartándose de sus inicios fue
tomando cada vez una posición más conservadora. Un puesto que no abandonaría
hasta que fue destituido por Carlos IV.
Los reformistas
trataron de remover conciencias y por ello atacaron en varios terrenos:
· Agricultura:
atacaron la acumulación de tierras por la nobleza. Incluso apareció un
brillante informe de Jovellanos. Sin embargo el poder de los privilegiados y la
negativa de Carlos III, impidió que se generara un verdadero cambio en estos ámbitos.
· Manufacturas:
incentivar las manufacturas era algo esencial para la recuperación de la
economía española, pero las iniciativas como declararlos oficios honrosos, no
llevó a que nobles o burgueses
dejaran de invertir en terrenos no
productivos.
· Libre comercio: en
1778, un decreto estableció el libre comercio con las colonias para la mayor
parte de los puertos españoles, lo que estimuló el comercio colonial he hizo
crecer los beneficios, ya que todos los comerciantes podían hacer llegar sus
productos y al evitarse las flotas la seguridad era mayor.
· La hacienda real:
fue estable hasta la guerra con Inglaterra (1778-1783), que supuso un fuerte
endeudamiento que llevó a la creación de los vales reales, cuyo éxito llevó a
crear el Banco Nacional de San Carlos para controlarlos. Se encargó de los
pagos e invirtió en el comercio colonial, aunque no pudo evitar la depreciación
de los vales y con ello pérdidas
importantes.
· El conocimiento:
enviaron técnicos al extranjero, organizaron expediciones. A esto ayudaron las
Sociedades Económicas de amigos del país, que organizaron cursos de agronomía,
oficios y técnicas manufactureras, subvencionaron a estudiantes y establecieron
bibliotecas.
Finalmente el cambio
fue reducido por la falta de apoyo de los privilegiados, que eran los que mayor
capacidad económica disponían.
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