El siglo de
oro viene caracterizado por el desarrollo en España, y en el resto de Europa,
del barroco. El barroco es un movimiento cultural basado en la exaltación de la
monarquía absoluta y al servicio de la contrarreforma. Es una movimiento que
trata de llegar al público a través de los sentidos, por lo que recurre al
realismo naturalista, se presenta con una marcada ostentación y lujo, que
halagan los sentidos y expresan el poder, y utiliza una efectismo dramático y
teatral que busca remover los espíritus de los súbditos. Este movimiento abandona el equilibrio clasicista para
presentarse como una realidad en movimiento, acudiendo a actitudes exageradas,
incluso marginales, a la utilización de motivos efectistas como la utilización
tenebrista de la luz o al realismo extremo.
Los temas que
más va a desarrollar son la exaltación de la monarquía absoluta de origen
divino, la afirmación de los dogmas frente a la reforma protestante y la
transitoriedad de la vida terrenal frente a la vida eterna.
En
las artes plásticas, la arquitectura barroca española floreció, especialmente
en los edificios religiosos, pero también en los civiles (palacios, plazas...),
con arquitectos e ingenieros como Pedro Ribera o la familia Churriguera. La
escultura barroca en España se caracterizó por el dramatismo y el realismo de
las figuras, con artistas como Gregorio Fernández, Juan Martínez Montañés,
Alonso Cano y Pedro de Mena, maestros de la imaginería religiosa policromada
(hoy muchas de estas obras pasos procesionales). Este arte fue trasvasado a
América donde, al amalgamarse con las formas autóctonas indígenas, creó un arte
colonial original y de extraordinario valor. La pintura alcanzó su cumbre con
genios de la talla de José Ribera, Bartolomé Esteban Murillo y Francisco
Zurbarán que se mueven entre el tenebrismo, el naturalismo y una profunda
espiritualidad. Destaca el más universal de nuestros pintores del Barroco,
Diego Velásquez, que trabajó en la corte de Felipe IV. Su pincelada suelta, el
dominio del color y de la luz (se anticipa al impresionismo, y consigue la
perspectiva aérea) y sus complejas composiciones otorgan a sus cuadros la
categoría de obras maestras. De sus inicios sevillanos destacan sus pinturas de
género (el aguador, la vieja friendo huevos....), de su etapa en la corte (sus
retratos: Felipe IV, el Conde-Duque a caballo, el príncipe Baltasar Carlos, la
infanta Margarita, los retratos de bufones; la rendición de Breda o las lanzas,
las Meninas, Las Hilanderas...) .
En España la
literatura barroca se nutre de la novela picaresca, donde sus personajes son
críticos con la realidad. Ejemplos de ella son “Guzmán de Alfarache” de Mateo
Alemán, la “Vida del Buscón llamado don Pablos” de Francisco de Quevedo o la
“Novelas ejemplares” de Miguel de Cervantes. De este autor es la obra suprema
de nuestra literatura, “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”, que
recoge una crítica de los libros de caballerías renacentistas, a la vez que
supone un estudio de la realidad de los personajes enfrentados en la dicotomía
de conceptos barrocos (ser y parecer, realidad y fantasía, sublimo y ridículo
...). En la poesía dos escuelas, culteranismo y conceptismo, representadas
respectivamente por Luis de Góngora y Francisco de Quevedo se enfrentarán
contraponiendo la lírica culta y rebuscada de los primeros, frente a la
hilaridad y la sátira de los segundos. El teatro es el género que mayor
proyección tenga a través del desarrollo de los corrales de comedias, y en su género
se defenderán los principios básicos de la contrarreforma religiosa con autores
como Calderón de la Barca o Tirso de Molina, y los principios de la monarquía
absoluta, sobre todo en la obra de Lope de Vega.
Una faceta
intelectual que se desarrollo en este siglo fue la cultura económica a través
de los arbitristas. Son un grupo de personas que elaboraban informes o
arbitrios –formulas para proporcionar a la Hacienda ingresos-y solucionar los
problemas del país, tanto políticos como económicos. Algunos de ellos, al
proponer arbitrios (algunos disparatados), solo pretendían un premio o merced
del rey. En la literatura del siglo XVII se convirtieron en figuras satíricas
(Cervantes, Quevedo)
La mayoría coincidían en:
1. El lamentable estado de despoblación en que se
encontraba España.
2. El agotamiento económico de Castilla y en especial
sus campesinos por la presión fiscal.
3. El enriquecimiento de los extranjeros debido al
control sobre el oro y plata.
4. El empobrecimiento de los españoles por su desprecio
al trabajo.
5. El perjudicial aumento del clero, pues agravaba los
problemas demográficos y la escasez de mano de obra y generaba la mala fama del
clero por su nula vocación religiosa.
Muchos
arbitristas hicieron un análisis muy lúcido de la situación española y
plantearon soluciones razonables e inteligentes. Intentaron poner remedio a la
alarmante crisis a través de propuestas como el desarrollo de la industria y el
comercio con el fin de impedir la sangría de metales preciosos, el desarrollo de
la población, las críticas contra las manos muertas, las reformas educativas,
agrarias y fiscales, etc. Son representantes de este mercantilismo Sancho de
Moncada, Fernández Navarrete, Martínez de la Mata, Caxa de Leruela, González de
Cellórigo y el catalán Feliu de la Peña.
Por el
contrario la actividad científica tuvo un pobre desarrollo en nuestro país,
sometido por la estricta religiosidad impuesta por el sistema inquisitorial,
que impidió que el racionalismo que se desarrollaba en Europa tuviese repercusión
en España debido a que es en los países protestantes y bajo la libertad
intelectual de los mismos donde se va a desarrollar con mayores posibilidades.
En otro orden,
los teólogos españoles (Francisco Suárez y Melchor Cano) fueron artífices
esenciales del pensamiento de la Contrarreforma. Como pensadores políticos o
ensayistas sociales, además de los arbitristas, destacan Baltasar Gracián, Juan
de Mariana, también historiador y Diego Saavedra Fajardo. En Derecho destaca la
obra del jesuita Fray Francisco de Vitoria.
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