El reinado de Amadeo de Saboya (1871-1872)
Amadeo desembarcó en Cartagena el 30 de diciembre de 1870, y allí mismo recibió la noticia del asesinato del general Prim, en un atentado ocurrido tres días antes. El día 2 de enero de 1871 fue proclamado rey en Madrid.
El reinado de Amadeo I fue un fracaso. Los dos años del reinado ofrecerán una continua inestabilidad política, la oposición frontal de la nobleza de sangre, el rechazo de la iglesia, el alejamiento de sectores del poder económico, la sublevación general carlista, la beligerancia de un sector republicano, el problema cubano, el avance del movimiento obrero organizado y la conflictividad social, la descomposición interna de partidos políticos como el progresista y la continuada crisis económica surgida en 1863.
En el fracaso tuvo mucho que ver la ausencia de Prim, principal promotor de su llegada y hombre que mantenía unidos a los progresistas y a la coalición gobernante. La inestabilidad política fue en aumento durante el reinado, que conoció 6 Gobiernos diferentes y 3 elecciones. Los progresistas se dividieron en dos corrientes diferentes, por un lado el Partido Constitucional, dirigido por Práxedes Mateo Sagasta, partidario de una política conservadora, y por otro el Partido Radical, dirigido por Manuel Ruiz Zorrilla, partidario de un progresismo más revolucionario.
La nobleza y el clero identificaban a Amadeo I con la democracia y el desorden social, con temores infundados a verse despojados de sus propiedades. Además en él veían a la dinastía que, en Italia, mantenía al Papa prisionero en el Vaticano. Le hicieron el vacío en la Corte y le aislaron. Poco a poco, el apoyo al príncipe Alfonso, el hijo de Isabel II cuyos intereses representaba en España Antonio Cánovas, se fue abriendo paso entre las elites del país, que se hicieron así alfonsinas.
También le rechazaron los industriales y financieros, que no creían que el rey diera estabilidad al país y estaban asustados por el crecimiento del movimiento obrero, el incremento de las huelgas y las manifestaciones.
Ni que decir tiene que igualmente lo rechazaban los carlistas, que resurgieron con ímpetu, unidos a ultraconservadores católicos, con los que lograron 51 escaños en Cortes en 1871, con mayorías absolutas en varias provincias (Vizcaya, Navarra, Guipúzcoa, Lugo, Cuenca y Ciudad Real), pero en 1872 iniciaron una sublevación general armada dirigidos por el pretendiente Carlos VII que se prolongaría hasta 1876.
Los republicanos se opusieron por razones obvias y porque defendían reformas políticas, sociales y económicas profundas e igualitarias. Además expresaron un fuerte anticlericalismo, identificando a la iglesia con el oscurantismo y el carlismo y responsabilizándola del atraso educativo, científico, económico y social de España.
Fueron dos años de gobiernos inestables, con muchos problemas sin resolver. A los cambios de gobierno se unieron los escándalos (como el escándalo financiero que obligó a dimitir a Sagasta), las mociones de censura y la manipulación electoral (sobre todo en las zonas rurales), a las que se unirá en 1872 la abstención electoral que alcanzará el 50% de los electores. En el segundo año de reinado la situación empeoró, al inestabilidad gubernamental era creciente, el clima político se crispó a causa de la discusión sobre a abolición de la esclavitud que se mantuvo, el conflicto cubano se agravó, y se añadido el estallido de la tercera guerra carlista en el País Vasco, que en el verano se extendió a Cataluña.
Amadeo I solo esperaba el momento propicio para abdicar y aprovechó una grave crisis entre el jefe de Gobierno y el cuerpo de artillería. El gobierno nombró al general Hidalgo capitán general de Cataluña, al que acusaban de haber colaborado en la represión de la sublevación de los sargentos del cuartel de San Gil. Los mandos artilleros solicitaron la separación colectiva del servicio. El Gobierno de Ruiz Zorrilla mantuvo el nombramiento y separó a los artilleros del cuerpo. El rey se puso de lado de los artilleros. Cuando el Congreso respaldó al Gobierno, Amadeo presentó su abdicación, el 11 de febrero de 1873. Esa misma noche, la Cámara compuesta en su mayoría por radicales, consciente de que era imposible buscar un nuevo monarca, proclamó la república.
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