Isabel II (1.843-1.868): el reinado efectivo.

Principales características políticas

            En el otoño de 1843, las Cortes, para evitar una nueva regencia, votaron la mayoría de edad de Isabel II, que iniciaba así con trece años su reinado efectivo. Un reinado que duraría veinticinco años y que, aunque en apariencia fue agitado y cambiante, presentó unas características comunes que se mantuvieron invariables a lo largo del tiempo.

            En primer lugar, fue un periodo de tendencia muy conservadora, regulado por la Constitución de 1845, que establecía la participación política exclusiva de una oligarquía de propietarios, viejos aristócratas, ricos burgueses, generales, prelados y altos funcionarios. El sufragio restringido excluía el resto del país. Fue además un régimen de gobiernos autoritarios, defensores del “orden” y de una monarquía fuerte, que limitó las reformas sociales y restringió las libertades individuales y colectivas.

            En segundo lugar, la reina intervino activamente en la vida política, apoyando invariablemente a los sectores más conservadores y evitando el acceso al poder de los progresistas.

            En tercer lugar, la participación de los generales en el gobierno fue continua. La exclusión de la oposición llevaba a ésta a recurrir  a los militares y al pronunciamiento para acceder al Gobierno. Los conservadores, por su parte, pensaban que la presencia de un militar al frente del ejecutivo garantizaba el mantenimiento del orden liberal, frente al carlismo y frente a la revolución social.

            Otra característica del periodo fue la exclusión de la gran mayoría del país de la vida política. Ni los campesinos ni el creciente número de obreros industriales o trabajadores urbanos tuvieron nada que agradecerle. El régimen liberal supuso una degradación continua de sus condiciones de vida. Las protestas, manifestaciones y huelgas fueron contestadas con una dura represión, la prohibición de las asociaciones y la persecución de sus dirigentes, en nombre del “orden”.

            En el reinado de Isabel II hubo una presencia exclusiva de partidos burgueses en la vida parlamentaria: hasta 1845, los moderados y los progresistas, y a partir de entonces, otros grupos como la Unión Liberal y el Partido Demócrata (progresista radical). Al margen de la vida parlamentaria quedaban los republicanos, ilegales.

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