Acabada
la Guerra de
Sucesión, pronto la diplomacia y el ejército españoles trataron de revisar los
acuerdos de Utrecht en distintos frentes. Uno de ellos fue el no reconocer la
renuncia al trono francés, pero, sobre todo, el objetivo fundamental de la
política exterior de los reyes del siglo XVIII fue la recuperación de los
territorios perdidos en la Paz
de Utrecht, lo cual implicaría un enfrentamiento con Inglaterra. Se reclamaban
Gibraltar, Menorca, territorios americanos y el aumento de la influencia
española en Italia. Esto último está relacionado con las ambiciones dinásticas
de la segunda mujer de Felipe V, Isabel de Farnesio, que era italiana y que
aspiraba a que Carlos (hijo de ambos y futuro Carlos III) gobernase algún
territorio italiano. Éste deseo personal de la reina fue el principal objetivo
de la política exterior española en Europa durante el reinado de Felipe V.
La
primera tentativa de materializar este objetivo fue el envío de una expedición
militar (1717-1724), que logró ocupar Cerdeña y Sicilia. Sin embargo, España no
contó con aliados en esta operación y además se configuró frente a ella una
alianza formada por cuatro territorios europeos (Cuádruple Alianza), lo cual
hizo que fracasara.
En
1725 se efectuó un acercamiento a Austria, el cual fue considerado como un
nuevo intento de romper el equilibrio continental. Las restantes potencias
europeas obligaron a España a renunciar a esta alianza y a reconocer
definitivamente lo acordado en la
Paz de Utrecht.
A
continuación se firmó un tratado de colaboración con Inglaterra y Francia por
el que en 1731 se obtuvo el ducado de Parma para Carlos.
En
1733, el estallido de la Guerra
de Sucesión polaca llevó a España a firmar el Primer Pacto de Familia con
Francia, con el objetivo de crear un frente común contra los ingleses y de
aprovechar la situación para tratar de arrebatar territorios italianos a
Austria. En el acuerdo de paz con que se cerró esta guerra, España recibía
Sicilia y Nápoles, aunque a cambio tenía que renunciar al ducado de Parma. En
1735, Carlos fue proclamado rey de las Dos Sicilias.
Algunos
políticos eran conscientes de que la estrategia de pactos familiares no era muy
beneficiosa para España, apostando cada vez más por una política exterior menos
agresiva. Esta visión iba a tener su oportunidad para desarrollarse con la
llegada al trono de Fernando VI. Durante el reinado de este monarca predominó
una política de equidistancias y de equilibrio con las diversas potencias
europeas del momento. Al mismo tiempo, la política exterior española se
desligaba de Francia para acercarse ligeramente a Inglaterra.
Durante
el reinado de Carlos III, el objetivo de la diplomacia fue tratar de
independizar la política exterior española para evitar ir a remolque del país
vecino; los intereses nacionales en política exterior fueron haciendo crecer la
teoría de con todos y con ninguno.
Bajo Floridablanca, los intereses comerciales de la diplomacia española
llegaron a su máxima expresión en dos áreas: una apertura al mundo mediterráneo
islámico y la consideración de América como el ámbito comercial más importante
para España. Así pues, el Atlántico acabó por sustituir, en la segunda mitad
del siglo, al Mediterráneo en lo referente a las preocupaciones en política
exterior de los gobernantes borbónicos. Fue América la causa central de la
entrada en una serie de costosos pero inevitables enfrentamientos con Reino
Unido, hecho que se vio favorecido por un Ejército y una Marina renovados y una
Hacienda estabilizada. Los objetivos eran detener el avance de los ingleses en
las colonias americanas y recuperar Menorca y Gibraltar.
La
medida adoptada para combatir este expansionismo británico fue el
establecimiento de un acuerdo duradero con Francia en 1761 (Tercer Pacto de
Familia). Dicho Pacto se firmó en el contexto de la Guerra de los Siete Años
(1756-1763), y por él España hubo de apoyar a Francia frente a Reino Unido y su
aliado, Portugal. La finalidad era detener la expansión de los ingleses en
América del Norte, pero se llegó al conflicto tarde y sin los recursos navales
necesarios, por lo que La
Habana y Manila cayeron en manos de los ingleses, aunque en
el Tratado de París de 1763 las dos ciudades fueron devueltas a España a cambio
de la entrega de Florida a Reino Unido. Al mismo tiempo, Francia compensó a
España con Luisiana.
El
segundo gran conflicto internacional en que participó España durante el reinado
de Carlos III fue la Guerra
de Independencia de los Estados Unidos (1775-1783), en que tanto España como
Francia apoyaron a las colonias británicas, que se habían rebelado contra Reino
Unido. En la Paz
de Versalles, de 1783, España recuperó Florida, Menorca y Ciudad del
Sacramento, esta última portuguesa desde la Paz de Utrecht. No se recuperó Gibraltar.
Durante
el reinado de Carlos IV (1788-1808) estalla la Revolución Francesa.
Al ver el cariz radical que iba tomando, en 1791, por iniciativa de
Floridablanca, España pasó a formar parte de la liga de monarquías absolutas
europeas que se formó por oposición al nuevo gobierno francés. En 1793, España
intervino contra la
Convención francesa en lo que no pasó de una guerra de
frontera, por apoyo a la rama francesa de los Borbones y porque los pactos de
familia obligaban a ello. El cambio de siglo también se caracterizó por la
pérdida de la vieja aspiración de equidistancia: España estuvo al servicio de los
intereses de la política exterior francesa, como demuestran los sucesivos
acuerdos bilaterales que se firmaron. Esto se explica porque, hasta la
invasión, el imperialismo de Napoleón fue entendido como una posibilidad de
equilibrio frente al expansionismo británico, con cuya Marina se midieron las
fuerzas franco-españolas en la batalla de Trafalgar (1805), que acabó en
derrota del bando formado por Francia y España. Ésta es la más célebre de las
distintas contiendas en que entró España en función de esta situación de
dependencia.
10. 6. La política borbónica en América
durante el siglo XVIII
Cambios en el plano político administrativo.
El Consejo de Indias pierde competencias a favor del
organismo creado por los Borbones: la Secretaría de Indias.
La Casa de la Contratación se disolvió en 1790 una vez
que desapareció el monopolio comercial de un solo puerto español centralizando
todo el comercio con América (primero Sevilla, hasta 1717, y después Cádiz).
A los virreinatos ya existentes de Nueva España y del
Perú, que se mantuvieron, se añadieron otros. Del de Perú se segregaron el de
Nueva Granada (actuales Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador. La capital
estaba en Santa Fe de Bogotá). Otro fue el del Río de la Plata, con capital en
Buenos Aires, comprendiendo las actuales Bolivia, Paraguay, Uruguay, Chile y
Argentina).
Se creó un nuevo puesto, el de Intendente para América, ocupado
generalmente por españoles, que reemplazó a los antiguos gobernadores,
corregidores y alcaldes mayores.
La remodelación administrativa marginó a los criollos.
A mediados del siglo XVIII, los criollos monopolizaban los principales puestos
de la administración colonial, especialmente local, gracias a la compra de
cargos promovida por la corona española para obtener ingresos. El gobierno de
España percibía que esta situación debilitaba la autoridad del estado y
favorecía la autonomía de las colonias. Por ello, se paralizó la venta de
cargos y se enviaron funcionarios españoles para que se ocuparan de la
administración.
Se revitalizó la inmigración en segunda mitad del
siglo, procedente fundamentalmente del norte de España (vascos, asturianos,
gallegos), muchos de los cuales controlaron el comercio, se vincularon con la
burocracia administrativa, adquirieron títulos de nobleza y entraron a formar
parte de las élites gobernantes.
Se debilitó la posición de la iglesia, pues la
expulsión de los jesuitas supuso la pérdida de poder económico que tenían.
Se creó un ejército permanente, para disponer de
fuerzas de defensa contra los intrusos extranjeros, compuesto de regimiento
enviados desde España y otros regimientos locales, al que se incorporaron
criollos y mestizos, que llegaron a componer la mayoría de los oficiales y
soldados.
Se incrementó la presión fiscal, elevándose los
impuestos y ampliando los monopolios a productos como el tabaco, el aguardiente
o la pólvora. Estas medidas incrementaron considerablemente los ingresos, pero
provocaron el descontento criollo y de los indios.
Cambios en el plano económico-comercial
El comercio siempre fue una de las actividades
económicas que más atrajo el interés de la Corona. En América se llevaba a cabo
una explotación económica de tipo colonial. Pues era exportadora de materias
primas, azúcar, tabaco, cacao, café... y metales (plata, oro), e importadora de
productos manufacturados. La finalidad era lograr eliminar la competencia
extranjera, acabar con la industria de las colonias para que se abastecieran de
las manufacturas fabricadas en la península y suprimir el monopolio de Sevilla
y Cádiz abriendo otros puertos a la actividad comercial americana.
Para esto se tomaron medidas comerciales inspiradas en
los ingleses y holandeses. Fueron las Compañías privilegiadas comerciales y
monopolísticas: Compañía Guipuzcoana de Caracas. Compañía privada a la que la
Corona concede el monopolio del comercio con Venezuela. Importa a España
productos comerciales como el cacao y el tabaco y lleva a América productos
siderúrgicos vascos.
Medidas liberalizadoras del Comercio. En vez del sistema
de flotas y galeones -una vez al año-, se impuso el sistema de navíos de registro
que consistía en lo siguiente: los particulares podían cargar sus mercancías en
barcos autorizados -registros- que partían de América cundo querían (una vez
registrada en Cádiz la mercancía).
Libre comercio directo de los puertos peninsulares con
los americanos. Se suprimió definitivamente el monopolio de Cádiz. En
1765 nueve puertos españoles recibieron autorización para realizar intercambios
comerciales con las islas Antillas. En 1778, el reglamento de Libre Comercio,
permitía a trece puertos españoles comerciar con 24 puertos americanos. Esto
significó un gran impulso al comercio y a la industria de Cataluña. En general
el comercio aumentó pero América era un mercado excesivo para la escasa
capacidad productiva española y en consecuencia se practicó un enorme volumen
de contrabando (que excedía el volumen del comercio español legal), a pesar del
intento por combatirlo que había hecho la monarquía logrando suprimir los derechos
concedidos a los británicos en la paz de Utrecht de navío de permiso y asiento
de negros
No hay comentarios:
Publicar un comentario