La llegada de
los borbones supuso la implantación en España del sistema centralizado francés,
lo que suponía la necesaria reforma administrativa.
La primera de
las reformas consistió en eliminar las diferencias existentes entre los reinos en cuanto a leyes
e instituciones, justificada por el apoyo de la Corona de Aragón a Carlos de
Habsburgo. Los llamados Decretos de Nueva Planta (Valencia e 1707, Aragón en
1711 y Cataluña y Mallorca en 1716) eliminaros los Consejos, fueros, Cortes,
diputaciones y sistema fiscal de cada uno de los reinos, imponiéndose las leyes
y tribunales (audiencias) de Castilla. Se eliminaron también las aduanas entre
ellos y con Castilla y se impuso el castellano como idioma oficial. La
autoridad la ostentarán los capitanes generales, los intendentes y los
corregidores. Si se mantuvo el derecho civil y se retiró el servicio militar
obligatorio, así como un nuevo impuesto, el catastro.
El gobierno
también se reformó en profundidad, basado en cinco Secretarios de Despacho
(Estado, Guerra, Marina e Indias, Gracia y Justicia y Hacienda) que dirigieron
la vida política y son el antecedente de los futuros ministros. Los consejos
quedaron relegados a una situación marginal, desapareciendo los territoriales
salvo Indias y Castilla, único consejo que conservó su poder como órgano
consultivo para todo el reino.
La
administración territorial se basó en una división en provincias al frente de
las cuales se pusieron tres organismos, las Audiencias, encargadas de la
justicia, los capitanes generales, que desempeñaban la autoridad militar y
estaban en las zonas de mayor necesidad defensiva, y los intendentes, que eran
la autoridad civil y económica, quienes asumieron las funciones de recaudar los
impuestos, las obras públicas, labores judiciales y el orden público. Con estos
últimos los corregidores perdieron parte de sus funciones e importancia.
Las Cortes se
unificaron para todos los territorios excepto Navarra. Estaban formadas por los
representantes de 36 ciudades y sólo de reunieron 4 veces en todo el siglo
XVIII (1711, 1724, 1760 y 1789), quedando como una institución sin apenas
importancia salvo para jurar el heredero al trono.
El ejército
también se transformó. Desaparecieron los tercios sustituidos por regimientos.
Se estableció un ejército permanente y el servicio militar de la población
mediante un sistema de cuotas (quintas). Se mejoraron las unidades con nuevos
cuerpos como los ingenieros, se reorganizó la caballería y se establecieron academias
para la formación de oficiales. La nobleza siguió ostentando los principales
cargos dentro del ejército.
Algunos
Secretarios (Patiño, Ensenada) realizaron una importante labor de recuperación
de la armada con nuevos arsenales y astilleros para la construcción de buques,
se mejoró la preparación (Academia de Guardamarinas) y se lograron unas
tripulaciones más abundantes y mejor preparadas, aunque no puso a la armada a
la altura de otros países como Inglaterra.
La Corona
siguió con el control de la iglesia española. Es lo que se llama regalismo. A
través de él los monarcas presentaban al Papa los candidatos a obispos, cobran
las rentas de las sedes vacantes, limitan la jurisdicción eclesiástica y
disminuyen la presencia de órdenes religiosas
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