El culto musulmán no permitía la
representación de imágenes humanas ni empleaba la música en las ceremonias
religiosas, lo cual limitó la expresión artística. Por ello, se trata de un
arte muy abstracto,
caracterizado por el empleo de la caligrafía, los dibujos geométricos y las
filigranas y la estilización de las figuras animales.
Las manifestaciones artísticas más desarrolladas en Al-Ándalus fueron las artes decorativas (artesanía, azulejo,
cerámica, orfebrería, marfil) y, sobre todo, la arquitectura.
La arquitectura
del islam se caracteriza por su adecuación a la función que tiene
encomendada, religiosa, civil o militar. En general, las construcciones tienden
a una gran sobriedad en el exterior que contrasta con la exhuberancia
ornamental de los interiores.
Los materiales
suelen ser ligeros y de escasa calidad, que se recubren y ocultan con profusa
decoración. Destacan los pilares y columnas rematadas con capiteles corintios,
cúbicos y mocárabes, que sostienen arcos de herradura, lobulados o mixtilíneos.
Aparecen bóvedas de crucería dando lugar a formas poligonales, cúpulas para
cubrir los espacios interiores, divulgadas por los omeyas, y elevados minaretes
que flanquean los recintos religiosos, aportación de la arquitectura abasí. Las
principales edificaciones son la mezquita y la madrasa (religiosas), el palacio
(civil) y la alcazaba (militar).
Los inicios de la cultura islámica en la Península comienzan en el siglo VIII, cuando la dinastía omeya declara independientes el emirato y el califato de Córdoba. Las obras más significativas fueron la mezquita de Córdoba y la ciudad-palacio de Medina Azahara.
Abd al-Rahmán
I, tras declarar independiente el emirato de Córdoba (756), levantó un alcázar
y comenzó la construcción de la mezquita de Córdoba (785).
Mezquita de Córdoba:
Fue edificada
sobre el solar de la antigua catedral visigótica de San Vicente, aprovechando
parte de sus muros así como algunas columnas y capiteles romanos y visigodos.
Al tener las columnas poca altura, se dispusieron sobre ellas unos pilares de
base rectangular, apoyando sobre estos los arcos que sostienen el tejado,
constituyendo un sistema de arcos dobles de herradura en la zona inferior y de
medio punto en la superior.
Originalmente
tenía once naves perpendiculares al muro de la quibla y al mihrab, pero Abd al-Rahmán II ordenó derribar
la quibla y alargar las naves ocho arcadas hacia el Sur (833-848).
Durante el siglo X, con el califa Abd al-Rahmán III, se construyó el actual alminar y se amplió el patio de la mezquita. Su sucesor, Al Hakan II amplió la sala de oración, prolongó las once naves en doce arcadas y construyó la quibla orientada hacia el sur y no hacia La Meca. La última ampliación se debe a Almanzor, que aumentó en ocho el número de naves.
Medina Azahara:
Otra de las obras fundamentales de la arquitectura califal. La ciudad-palacio de Medina Azahara se convirtió en capital en el siglo X. Iniciada por Abd al-Rahmán III (936) tenía un trazado irregular, amurallado dispuesto en terrazas. El palacio ocupaba la parte superior. La suntuosidad se observa en la decoración de mármoles y yeserías con decoración geométrica y vegetal, capiteles trepanados (nido de avispa). Salones con tejados de oro, ébano, mármol, cristal, y la luminosidad de las estancias producían la sensación de lujo y suntuosidad.
Con los reinos de Taifas, dada la falta de cohesión del territorio, proliferan las alcazabas con murallas y torres defensivas, como las de Granada, Almería y Málaga, que se reproducen también en el palacio de la Aljafería (Zaragoza).
Los Almorávides del Magreb reunificaron Al-Ándalus, apareciendo la decoración de mocárabes. La invasión de los Almohades (bereberes) en el siglo XII, conllevó que Sevilla se convirtiera en capital política y cultural, construyéndose una mezquita de la que solo se conservan restos como el patio (denominado de los Naranjos) y el cuerpo inferior del alminar o minarete (torre desde la que el almuédano llama a los fieles a la oración), más conocido por el nombre de la Giralda. También se construyó la Torre del Oro.
El último bastión musulmán en la Península fue el sultanato nazarí de Granada, caracterizado por su esplendor ornamental. Surge así la ciudad-palacio de la Alhambra.
La Alhambra:
Su origen se
remonta a 1060, cuando el visir Ibn Habus edificó una residencia en la colina
roja, de la cual se conserva la fuente del patio de los Leones. Con Muhammad I,
conquistador de Granada y fundador de la dinastía nazarí, y Muhammad II se
construyeron las murallas y varias torres. La alcazaba, con sus patios y residencias
palaciegas, es obra de Yusuf I y Muhammad V (siglo XIV).
El conjunto se estructura en dos zonas diferenciadas: alcazaba (zona fortificada) y dependencias palaciegas del soberano y su harén particular. La muralla circundante mide 1400 metros y tiene 5 puertas y 25 torres. Los cuartos de Machuca, Dorado y Comares, la zona del patio de los Leones y las salas de las Dos Hermanas y Abencerrajes, son estancias y lugares destacados.
La decoración interior cuenta con motivos epigráficos (textos poéticos, religiosos), vegetales y geométricos (matemática y racionalidad definen el concepto islámico de la belleza).
Frente a la
Alhambra se encuentra el Generalife, con jardines, estanques y huertas.
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